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El próximo presidente del Ecuador.

La República del Ecuador auspicia el gran show electoral. El debate se intensifica cuanto más cerca está el 19 de febrero. En un balance imparcial se debe certificar que son elecciones en período de estabilidad política. La República se había acostumbrado al cambiazo y a la conversión turbulenta de presidentes en fugitivos. Guste o no la actual administración, la estabilidad es un mérito que no se le puede negar. Desde 2007 el Economista Rafael Correa comanda la nación andina, con aciertos y desaciertos económicos pero controlando las convulsas masas y grupos políticos tradicionales que hacían ingobernable el país.

Un debate sobre los proyectos de gobierno de los aspirantes a la primera magistratura es un ejercicio puramente académico. La población apenas lee los panfletos y desdeña las enrevesadas explicaciones que los candidatos confieren en redes sociales y medios tradicionales de comunicación.

Estas son unas elecciones donde el poco carisma de los presidenciables mantiene un ritmo cansón y aburrido. Los ataques se concentran hacia el oficialista Lenin Moreno y el opositor de Derecha Guillermo Lasso. Los candidatos dirigen sus torpedos a ambos, posicionando el enfrentamiento entre el “continuismo” representado por Moreno y el “cambio” enarbolado por Lasso. Mientras que al mejor estilo del oeste la única candidata Cynthia Viteri por el partido Social Cristiano reparte plomo a diestra y siniestra, sin distinción. Una táctica que le ha granjeado un aumento de la intención de voto.

El escenario de las elecciones 2017 manifiesta su desenlace en segunda vuelta. Los presidenciables opositores luchan por llegar segundos frente al candidato oficialista. Sin necesidad de empatías o filiación política el voto indeciso, blanco o repartido entre los partidos en primera vuelta irán, según los sondeos, al candidato que se enfrente al binomio Moreno-Glas.

Los sotaneros, candidatos con intención de voto menor del 5%, figuras de poca monta que intentan raspar votos y lograr a futuro alianzas que les permitan cuotas de poder, participación en ministerios, la asamblea, alcaldías etc. No por tener pocas o ninguna posibilidad de aumentar exponencialmente el voto popular dejan de ser interesantes. Es el extraño caso del joven doctor Ivan Espinel quien aparece sin avisar en el escenario electoral con una propuesta de seguridad radical que pone sobre la mesa la instauración de la pena de muerte.

El principal freno al apoya popular masivo a uno de los candidatos es lo que los lugareños llaman “cola de paja”, en pocas palabras es el conteiner de estiércol sobre le pasado político y personal de los presidenciables. Pasados vinculados con la gran estafa del feriado bancario de 1999, relación con corrupción de gobiernos como el de Febres Cordero y el actual, con escándalos como el de Odebrecht, lazos familiares turbios y un sinfín de acusaciones probables que pesan sobre cada uno de los presidenciables. El pasado vuelve con más fuerza en estos tiempos.

En segunda vuelta se dibuja una posible victoria de la oposición encabezada por el banquero Guillermo Lasso ante la cada vez más débil, según encuestas, candidatura oficialista. Nada está escrito en piedra en unas elecciones con una oposición difuminada y en guerritas internas, pero cabe destacar que pueden darse a última hora alianzas entre quienes se han sacado los trapos sucios y fortalecer la desdeñada solicitud del magnate Álvaro Noboa de un frente opositor único ante el oficialismo. En segunda vuelta se puede ver de todo, desde alianzas entre Lasso y Cintia hasta el salto de talanquera del General Paco Moncayo al lado de Moreno. En Política todo puede ser.

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